Corren 1.000 carreras juntos y hasta tienen un monumento


The Team Hoyt. Pese a que el niño tiene una parálisis total, padre e hijo Dick y Rick Hoyt han corrido 1.000 carreras juntos llegando a hacer la Maratón de Boston en 2 horas 40 minutos y terminando el triatlón Ironman de Hawaii. Inauguraron una estatua en su honor y se inspiraron en su historia para hacer una película, es una de las historias más impresionantes de superación en el deporte universal.


Hace 47 años que nació Rick el mayor de los tres hijos de Dick Hoyt en Winchester (Estados Unidos). El cordón umbilical se enroscó en el cuello del niño estrangulándolo en el parto. El accidente impidió la oxigenación del cerebro y provocó una lesión cerebral con daños irreversibles incapacitándolo para hablar y controlar los movimientos de sus miembros. Los daños llegaron a ser tan graves que a los 9 meses, los médicos dijeron: “Líbrense de él, es mejor internarlo, será un vegetal toda su vida”. Sin embargo, sus padres no desfallecieron y se ocuparon de él en primera persona, pese a que no podía ni moverse ni comunicarse.

A los 11 años lo llevaron al departamento de ingeniería de una universidad para ver cuáles eran las posibilidades de que su hijo pudiese comunicarse. “No hay ninguna forma, su cerebro no tiene ninguna actividad” le dijeron a Dick. “Entonces pedimos que contaran un chiste, y Rick comenzó a reír. Ellos entonces dijeron que tal vez haya algo ahí adentro”, explica Dick Hoyt.

Los científicos terminaron desarrollando un sistema de comunicación para Rick. Con el movimiento lateral de la cabeza, él podría elegir letras que pasaban por una pantalla, y así escribir palabras. Fue así como fue participando en la vida familiar, a estudiar y así surgió la idea de correr.

“Un colega de la escuela sufrió un accidente y quedó paralitico, se organizó una carrera para recaudar dinero para el tratamiento y Rick, a través del computador, pidió: ‘Papá, tengo que hacer algo por él, quiero participar. Tengo que mostrarle que la vida continúa, aunque él esté paralizado. Quiero participar de la carrera”, recuerda el padre, pero era complicado: “Yo tenía 40 años y no era un atleta. Corría tres veces por semana, solo para tratar de mantener el peso. Así comenzamos a correr en medio del grupo, y todos pensaron que solo lograríamos llegar hasta la primera curva. Pero logramos hacer el recorrido completo, llegando casi al final, pero no en el último puesto. Al cruzar la línea de llegada, Rick tenía dibujada en su rostro la sonrisa más linda que he visto en mi vida. Después de correr esos 8 km., estuve toda una semana con dolores en todo el cuerpo, esta vez yo me sentía el inválido. Cuando llegamos a casa, a través del computador Rick me dijo: ‘Papá, durante la carrera sentí que mi deficiencia desaparecía’. Las palabras de Rick cambiaron la vida de Dick, quien se obstinó en dar a Rick esa sensación todas las veces que fuese posible. Comenzó a entrenar para ponerse en forma hasta que, Rick y Dick, estuvieron listos para competir en la Maratón de Boston en 1979. 


En aquella maratón la acogida de los atletas no fue buena: “Nadie nos hablaba, nadie nos quería en la competición. Familiares de otros deficientes nos escribieron y con rabia me preguntaban: ¿Qué es lo que está haciendo? ¿Está buscando gloria para usted? Lo que no sabían es que la felicidad de Rick era el motivo que me empujaba a participar en la competencia”, cuenta Dick. Y contra todos, insistieron. Participaron de la primera maratón. Cinco años más tarde, tuvieron la idea del triatlón, pero no era sencillo, primero por el equipamiento, ya que no existía en el mercado nada parecido. Todo el material tuvo que ser desarrollado para él. Y en cada competición, Dick tenía que llegar antes de la hora para poder montar todo lo necesario.

Pero Dick Hoyt tenía un problema mayor, no sabía nadar. Entonces se mudaron de casa, fueron a vivir a la orilla de un lago. “Nunca olvidaré el primer día. Me tiré en el lago, y me hundí. Pero todos los días cuando volvía del trabajo, trataba de avanzar un poco más”, cuenta Dick.


Entre el primer día en el lago y el primera triatlón, pasaron apenas 9 meses. El problema de la natación fue resuelto, pero además Dick desde los 6 años de edad no subía a una bicicleta. El ciclismo era la parte más difícil para los Hoyt porque la bicicleta que utilizaban era casi seis veces más pesada, esto sin contar el peso de Rick. Y en las subidas, esta diferenciase hacía sentir.

Pero de esta forma, padre e hijo, se enfrentaron al ‘Ironman en Hawaii, lo más duro de los triatlones. Son 3,8 kms de natación, 180 kms de ciclismo y una maratón de 42, 195 kilómetros. La hicieron en más de 13 horas, un esfuerzo sobrehumano. Dick y Rick vencieron la desconfianza y ya hoy son queridos y respetados a donde van. Desde el 1980 participaron de seis ediciones de IronMan, 66 maratones y diferentes competiciones. Padre e hijo completaron 975 pruebas juntos. Jamás abandonaron una, ni llegaron al último lugar ante un público conmovido en la línea de llegada.


Actualmente, Rick tiene 47 años. Con un movimiento de la cabeza escribe en el ordenador frases que se escuchan con un sintetizador de voz y es un hombre alegre. Se graduó en educación especial en la Universidad de Boston y ya no vive con los padres. Vive solo con la ayuda de personas que lo asisten. “Él es muy, pero muy feliz. Probablemente, es más feliz que el 95% de la población”, afirma el padre. Hoy el ‘super papá’ tiene 70 años, e impresiona por el vigor que todavía manifiesta. De hecho, a los 52, empujando a Rick, consiguió el increíble tiempo de 2 horas 40 minutos en la Maratón de Boston, marca excelente para un aficionado. “Me pidieron competir solo, pero no hago nada solo. Empezamos como un equipo, y es así que será siempre”, afirma Dick.

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