Su nombre fue Julián Berrendero Gil. Tras ganar la clasificación de la montaña y una etapa en el Tour de Francia, a su regreso a España fue detenido y encarcelado por republicano llegando a trabajar en campos de concentración franquistas. Consiguió su liberación y en su regreso al ciclismo ganó dos vueltas a España.
Los tours del 36 y del 37
El ciclista español Julián Berrendero ganó la clasificación de la montaña del Tour de Francia en 1936. Un año después, acudió con la selección española luciendo la bandera de la república y ganó una etapa.
Berrendero, conocido como el negro de los ojos azules, había dado una auténtica exhibición en la decimoquinta etapa del Tour de 1937 entre Luchon y Pau. Aquel año se subieron los puertos del Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque. Berrendero los conocía a la perfección, ya que estaba viviendo cerca de Pau. Consiguió ganar con 2 minutos de ventaja sobre sus rivales. Entre el Tour de 1936 y el de 1937 se había quedado en Francia. Sin embargo, tras aquella edición del 37 volvió a España porque echaba de menos a su familia. Al cruzar la frontera de Irún, fue detenido y condenado, pasando 18 meses en campos de concentración. Estuvo en Espinosa de los Monteros (Burgos), Rota (Cádiz) y Madrid.
Los campos de concentración franquistas
Inspirados en los campos de concentración nazi, funcionarios de la Gestapo organizaron los campos de trabajo franquistas que llegaron a albergar cerca de 500.000 reclusos tras la contienda. Además de ejercer trabajos forzados en condiciones de esclavitud, los prisioneros fueron sometidos a técnicas de lavado de cerebro con el fin de lograr la progresiva deshumanización de los cautivos. Berrendero, donde más tiempo estuvo, fue en el campo de concentración de Rota, que acogió a unos 9.000 prisioneros en unas instalaciones junto a la playa. Los presos fueron utilizados para realizar trabajos de pavimentación urbana de Rota.
Berrendero y el retorno al ciclismo
Por mucho intento de lavado de cerebro o de trabajos forzados sin relación con dar pedales, Berrendero no olvidó quién era y no olvido sobre todo, su pasión y profesión, el ciclismo. Retomaría la bicicleta tras su liberación, ganando la Vuelta a España en el 41 y en el 42. Precisamente, su amistad con José Llona, un antiguo ciclista que era capitán del ejército, ayudó a la liberación.
Las primeras vueltas a España
La Guerra Civil cogió en sus albores a la Vuelta Ciclista a España, que disputó su primera edición en 1935 y la segunda en 1936. Al disputarse en mayo, el conflicto no le afectó. Tomaron la salida 53 corredores, 44 de ellos españoles, aunque al ganador fue belga, Gustaaf Deloor. Su gran rival, Mariano Cañardo, se cayó en la primera etapa. El madrileño Vicente Carretero ganó cinco etapas, siendo otro de los grandes ciclistas españoles a los que el conflicto cortaría su progresión.
Una vuelta entre clubes de fútbol
La vuelta cortó en seco su trayectoria tras aquellas dos primeras ediciones a consecuencia de la guerra. Se retomó en 1941 con solo 32 corredores, 28 españoles y cuatro suizos. El recorrido se dividió en 22 etapas con 4.406 kilómetros en total. No había equipos oficiales y los corredores se adscribieron a clubes de fútbol, el FC Barcelona y el RCD Español. Berrendero iba con el RCD Español, ganando con una media de 26,1 kilómetros por hora. Quedó por delante de Fermín Trueba y José Jabardo. Aquel año, el maillot de líder fue de color blanco. Esta vuelta tiene varios récords, la de la etapa más lenta de la historia, la de menor participación y, además, tuvo lugar la primera contrarreloj, la cual ganó Delio Rodríguez.
Berrendero continuó corriendo hasta 1948. Disputando la Vuelta a España, tuvo que retirarse por la triste noticia del fallecimiento de su padre. En 1951 fundó en Madrid una tienda de bicicletas falleciendo a los 83 años. «Tiene el más bello estilo de todos los escaladores viéndole trepar y mejor sube cuanto más dura es la pendiente», dijo de él un periodista francés. En las imágenes que se conservan de Berrendero, lo curioso es que tanto antes como después de la Guerra Civil, muestra una sonrisa de apariencia sincera. Viéndolas, damos fe de que aquel apodo del negro de los ojos azules le venía como anillo al dedo y, sin duda, es verdad que los ciclistas están hechos de otra pasta.
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